MUCHO RUIDO han generado diversos hechos del debate nacional: el cambio de gabinete, la proyección de las manifestaciones, la violencia infiltrada o las reuniones que sostenga o no el Presidente Piñera. Lamentablemente se ha dejado de lado el debate estrictamente educacional, que mueve a cientos de miles de estudiantes y mantiene sensibilizados a las chilenas y chilenos.
El anuncio presidencial en materia educacional mostró que evidentemente existen distintas visiones sobre cómo resolver esta crisis. Los diversos actores sociales hemos dicho que necesitamos transformaciones estructurales y no continuar derrochando grandes sumas de dinero en un modelo único en el mundo, que ha ido consolidando una de las sociedades más desiguales y la segunda más segregada en materia educacional.
También hemos manifestado -con tozudez y vehemencia- que la educación es un derecho y no un bien de consumo. Porque son millones los que por no tener los recursos suficientes han quedado excluidos de cualquier posibilidad de acceder a un sistema de educación de calidad. Por esto mismo es que apelamos a un cambio en el rol que debe tener el Estado con este derecho. El filósofo John Rawls ocupó el supuesto del "velo de la ignorancia" para proponer, de manera justa, el cómo deberíamos estructurar la sociedad sin saber el lugar que ocupásemos en el escalafón social. De esa forma se garantizarían condiciones mínimas y necesarias para que todos los ciudadanos tuvieran algún grado de bienestar.
Durante casi 30 años hemos mantenido un modelo educacional que no da garantías, sino que cumple con lo mínimo y permite la "libertad de elegir". Libertad asociada a los recursos disponibles de cada familia que ha generado todo tipo de guetos educativos y desregulaciones. Estoy seguro de que los arquitectos de este sistema no estarían dispuestos a que sus hijos asistieran a los establecimientos que hoy reciben a los más vulnerables. Quizás hasta apoyarían a sus hijos en la decisión de un paro indefinido para tensionar el sistema hasta que dicha condición, que saben inconducente, cambie estructuralmente.
Hoy tenemos la posibilidad de dar un paso decidido hacia el desarrollo, pero para eso debemos dejar de preocuparnos del ruido y dejar de lado los orgullos ideológicos sin sustento que nos han conducido a este estado de crisis. Ese paso, consecuente con los gritos de miles de chilenos, consiste en fortalecer la educación pública al punto que, su calidad y accesibilidad, permitan una integración y un bienestar social que nos quite el triste podio de la segregación.
Probablemente se diga que esto es inviable, pero en un país que anuncia grandilocuentes cifras macroeconómicas como el nuestro, esa respuesta queda invalidada. Si las ambiciones de pocos no dan el ancho para garantizar el derecho a educación de calidad a todos, aceptémoslo, nunca seremos un país desarrollado.
Fuente: latercera.cl
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